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La Barceloneta: un balcón al mar y a la gastronomía marinera

La Barceloneta

La Barceloneta

El litoral barcelonés es un lugar descubierto al gran público desde hace relativamente poco tiempo, pues durante siglos quedó relegado a los pescadores y más tarde a la industria debido al crecimiento en importancia y extensión de su puerto comercial. Barracas y casetas de pescadores se fueron acumulando hasta que las autoridades decidieron que había que reordenar el espacio para adecuarlo a la creciente población. Poco a poco aquellos primeros habitantes, trabajadores del puerto y de la industria, se fueron convirtiendo en numerosas familias que necesitaban lugares salubres en los que vivir. En 1753, el marqués de la Mina ideó un proyecto, con la edificación de diferentes espacios, que cubrirían las necesidades de los habitantes del litoral.

Con el transcurrir de los años y la ordenación del espacio, el barrio se reinventó y poco a poco se fue convirtiendo en un lugar en el que los barceloneses de otros distritos pasaban su tiempo de ocio, gracias en parte a la creación de los famosos baños de la Barceloneta: El Astillero, San Sebastián o San Miguel. Las mujeres de los pescadores, entonces, elaboraban platos sencillos y suculentos con lo que sus hombres no vendían en las lonjas y se los ofrecían de manera improvisada a los turistas. Pronto esto supuso unos buenos ingresos en las economías familiares y las casas de comidas, merenderos y chiringuitos surgieron por todo el barrio.

La mezcla de culturas —la famosa fusión barcelonesa— trajo consigo nuevas maneras de interpretar las recetas. Marineros italianos, emigrantes andaluces o castellonenses aportaron su sabiduría culinaria, aparte de otras manifestaciones culturales, como la música o diferentes tradiciones.

El resultado de este cruce de culturas ha derivado en algo maravilloso, diríamos que incluso milagroso. Prueba de ello es una cultura propia de la Barceloneta, así como también una cocina propia: escabetx suau de berat, allipebre de congre, cassola de sèpia amb fideus, arròs de barca, cigrons amb gambes, hamburguesa de tonyina o caneló de pintada i escarmela… platos con personalidad que podrá encontrar en los numerosos restaurantes y bares que salpican este barrio que huele a sal y a comida casera. Pero si quiere una recomendación para no perderse entre tanta oferta, aquí van tres lugares que no le dejarán indiferente: Vaso de Oro (Balboa, 6), Merendero de la Mari (Palau de Mar, 1) y Cheriff (Ginebra, 15).

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